Gaza roza el colapso humanitario por la presión israelí en el sur | Internacional

El veto del viernes de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU a un posible alto el fuego en Gaza constituye el último golpe a una situación extrema que se deteriora por momentos. La crisis humanitaria a la que las ONG, casi sin capacidad por el bloqueo israelí, tratan de hacer frente, se ahonda. El paisaje es infernal: cientos de gazatíes haciendo cola en una letrina, camiones y almacenes de ayuda asaltados, niños amputados sin anestesia, decenas de miles de personas abandonadas. Este es el escenario para 1,8 millones de desplazados hacia el sur, convertido en una inmensa ratonera en guerra. Las autoridades locales, en manos de la milicia palestina Hamás, elevan ya a 17.500 los muertos.

En la zona meridional la población vive cada vez más aprisionada en menos kilómetros cuadrados, mientras el ejército de Israel intensifica sus ataques y sigue cerrando la puerta a la entrada de ayuda. “Los que sobreviven a los bombardeos se enfrentan al riesgo inminente de morir de hambre o de enfermedades”, alerta Alexandra Saieh, de la ONG Save The Children. Pese a todo, el ejército de Israel continúa con su política de desplazar de manera forzosa a los civiles y les ordenó este sábado abandonar seis zonas de la ciudad de Jan Yunis, bastión sureño de Hamás y escenario de intensos combates. Las autoridades sanitarias mostraron imágenes que aseguran pertenecen al hospital Nasser en las que se ven numerosas víctimas de todas las edades recibiendo asistencia entre charcos de sangre en el suelo.

Washington ha frenado con su veto en la ONU las reclamaciones y aspiraciones de países como España, favorables al alto el fuego y a respetar la ley internacional humanitaria. EE UU se alinea con la vía más dura que defiende Israel, que hace frente a Hamás con su apisonadora militar sin tener en cuenta a los cientos de miles de civiles ajenos al conflicto. De los 15 miembros actuales del Consejo de Seguridad, 13 respaldaron la resolución que buscaba un alto el fuego. El Reino Unido se abstuvo. El presidente palestino, Mahmud Abbas, responsabilizó al veto estadounidense “del derramamiento de sangre de niños, mujeres y ancianos palestinos”. El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, celebró lo que considera la “postura correcta” porque “es imposible, por un lado, apoyar la eliminación de Hamás y, por otro, pedir el fin de la guerra”. Por eso “Israel continuará su guerra justa”, prosiguió. Las críticas al bloqueo del alto el fuego en la ONU se multiplican por todo el mundo.

Campamentos improvisados por los palestinos desplazados en Rafah, en el sur de la Franja, el sábado.SAID KHATIB (AFP)

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Además, importantes organizaciones de derechos humanos lanzaron duros reproches a la decisión de Washington. Médicos sin Fronteras (MSF) afirmó que el Gobierno del presidente Joe Biden otorga “cobertura diplomática a las atrocidades en Gaza”. “EE UU ha mostrado un cruel desprecio por el sufrimiento de la población civil ante el increíble número de muertos, la destrucción generalizada y la catástrofe humanitaria sin precedentes”, reaccionó Agnès Callamard, secretaria general de Amnistía Internacional, en un comunicado. “EE UU corre el riesgo de ser cómplice de crímenes de guerra” con su cobertura armamentística y diplomática a las “atrocidades” de Israel, comentó por su parte Louis Charbonneau, responsable de Human Rights Watch (HRW) ante la ONU.

Hay un escasísimo nivel de ambición desde la ONU a los gobiernos nacionales. Y, mientras tanto, la gente sigue sufriendo, valora Jesús Núñez Villaverde, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH), para reflejar el fracaso de la comunidad internacional. Cree que Israel busca una operación “rápida y brutal”, aunque a su ejército “no le falta, desde luego, tecnología y medios para poder discriminar si quisieran” a civiles de combatientes.

Una columna de humo, este domingo, tras un ataque de israelí al sur de  la Franja.
Una columna de humo, este domingo, tras un ataque de israelí al sur de la Franja.MENAHEM KAHANA (AFP)

El hambre como arma de guerra

Hay ONG relevantes del ámbito humanitario con décadas de experiencia en conflictos y con equipos desplegados en la Franja que denunciaron el jueves, en una comparecencia telemática, el empleo del hambre, el acceso a la sanidad y el desplazamiento forzoso como “armas de guerra” por parte de las tropas de ocupación en Gaza. Exigen no solo un alto el fuego, sino que un organismo internacional “independiente” como Naciones Unidas tome las riendas de la entrada de ayuda al enclave palestino, adonde solo llega un porcentaje exiguo de lo necesario debido al bloqueo israelí.

En algunas zonas, 9 de cada 10 personas han llegado a pasar un día entero y una noche sin nada para comer, según datos del Programa Mundial de Alimentos (PMA). La situación no ha dejado de empeorar desde que, terminada la tregua de una semana el 1 de diciembre, la operación militar terrestre se haya extendido por el centro y el sur de la Franja, escenario estos días de intensos combates con milicianos de las facciones armadas palestinas. Eso no impide que la violencia entre ambas partes siga siendo intensa en zonas del norte, como el campo de refugiados de Yabalia o el barrio de Shujayia, en Ciudad de Gaza, de donde ha escapado la inmensa mayoría de la población.

La realidad es que los civiles no pueden huir ya mucho más al sur, porque se encuentran con la frontera con Egipto. En Rafah, la localidad más meridional, cada vez son más las personas que improvisan casetas y tiendas de campaña con plásticos, lonas o mantas para vivir. El resultado es que cientos de miles de habitantes se están concentrando cada vez más en el sur del territorio de manera “alarmante”, cuando ya antes de la contienda el enclave era uno de los lugares más densamente poblados del planeta, según Shaina Low, del Consejo Noruego para Refugiados (NRC, en sus siglas en inglés).

La falta de ayuda lleva a situaciones desesperadas como el asalto en masa de camiones o almacenes en busca de comida. Médicos Sin Fronteras (MSF) vivió un caso el martes, pero “desafortunadamente, no era comida. Eran solo medicinas”, relata la presidenta de esa organización, Isabelle Defourni, para ilustrar el nivel de necesidad. También esta semana, el NRC perdió el contacto con el equipo de la oficina que han tenido que improvisar en Rafah “porque el cable de internet había sido cortado para ser utilizado para una tienda de campaña”, explica Low.

El mapa parcelado que Israel presentó la semana pasada para, supuestamente, advertir a los vecinos de dónde iba a atacar, ha resultado ser un fiasco, pese a la orden de evacuar esas seis zonas de Jan Yunis este sábado. Las organizaciones humanitarias afirman que no ha evitado muertes y solo ha multiplicado el número de desplazados internos en un territorio en el que el 60% de las edificaciones están destruidas o dañadas.

“Es un sistema cruel”, destaca Defourni, de MSF, que lamenta que ni siquiera permitan sacar a los heridos a Egipto. Frente a eso, las supuestas zonas seguras a las que se refiere el ejército son una “cortina de humo”, entiende Saieh, de Save The Children. Para Bushra Khalidi, de la ONG Oxfam, no es más que un “espejismo” porque se trata de lugares que, en realidad, “no ofrecen protección, no están aprovisionados y son inaccesibles”.

Se refieren a extensiones de terreno como Al Mawasi, un área desértica en el suroeste de Gaza, hasta donde están siendo enviadas a la fuerza decenas de miles de personas. “Allí no hay servicios. No hay escuelas. No hay centros de salud. No hay nada”, confirma Danila Zizi, de Handicap International. Estos representantes intervinieron en un encuentro de ONG el pasado jueves, en abierto para periodistas, en el que participaron MSF, Oxfam, Amnistía Internacional, Refugees International, Save The Children, Médicos del Mundo, Acción Contra el Hambre (ACH) y Handicap International.

“La gente asalta casas en busca de baños. La población está muy enfadada, deprimida y desesperada por lo que está viviendo. Tiene miedo”, resume Chiara Saccardi (ACH), que advierte de la falta de productos tan básicos como pañales, toallitas y detergente. “El agua se vende en el mercado a un precio alto. Eso supone un gasto de unos 20 dólares (18,5 euros) al día para una familia” añade. La falta de higiene y el consumo de agua en mal estado han disparado a unos 80.000 los enfermos con diarrea, una enfermedad especialmente peligrosa a edades tempranas por la facilidad de los niños para deshidratarse. Los menores de edad representan aproximadamente la mitad de los 2,3 millones de habitantes de Gaza.

Hay responsables israelíes que se refieren a los gazatíes como “animales humanos” y “a partir de ahí, no hay ni por qué darles de comer, ni de beber, ni nada parecido”, denuncia Núñez Villaverde. Para este analista especializado en seguridad, “estamos ante una farsa teatral en la que Estados Unidos hace como que presiona, pero en realidad está dando cobertura diplomática y militar para que Israel cumpla sus objetivos al ritmo y de la manera que considere oportuno”. Pero ve un problema que saldrá a relucir en las próximas semanas o meses y es que Israel “nunca va a eliminar a Hamás porque es imposible militarmente”.

El general retirado israelí Giora Eiland defiende que su país emplee el cerrojazo a la ayuda humanitaria para lograr sus objetivos. Cree que hay que impedir la llegada de “cualquier suministro a Gaza, sobre todo combustible” porque eso acaba beneficiando a Hamás. No entiende que Israel siga permitiendo la entrada de algunos camiones con ayuda humanitaria sin que se obtenga a cambio la liberación de más rehenes. Este viernes se anunció la muerte de uno de ellos tras un intento fallido de rescate por tropas desplegadas en la Franja. Todavía quedan 138 secuestrados desde el 7 de octubre, de los que 16 han muerto. Aquel día Hamás abrió la guerra asesinando a unas 1.200 personas, según Israel, en el mayor ataque registrado en los 75 años de historia del país.

Palestinos esperan recibir alimentos repartidos por voluntarios en Rafah, al sur de la Franja.
Palestinos esperan recibir alimentos repartidos por voluntarios en Rafah, al sur de la Franja. IBRAHEEM ABU MUSTAFA (REUTERS)

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