Nairo Quintana vuelve al gran ciclismo con Movistar | Ciclismo | Deportes

Nairo Quintana, al ataque en la Camperona durante la Vuelta de 2016.Tim De Waele (Corbis via Getty Images)

Nairo Quintana regresa al Movistar, su primer equipo en Europa, después de pasar un año de ostracismo. El corredor colombiano, de 33 años, tres podios en el Tour, un Giro y una Vuelta en la década pasada, se hizo grande en el Movistar e hizo grande al equipo de Eusebio Unzue, que con su contratación para 2024 cumple un deber de gratitud con el ciclista que, junto a Alejandro Valverde, mejor le representó. Con generosidad hacia su deporte, Movistar repara también la injusticia del ciclismo con uno de sus grandes campeones, al que había condenado a un destierro indigno, a un olvido sin pasado, rápidamente borrada su memoria por el enamoramiento y adoración juvenil hacia la generación dorada de Pogacar, Vingegaard, Evenepoel, Roglic, Van Aert y Van der Poel.

Las razones de su contratación por el Movistar, que, según ha podido saber EL PAÍS, se comenzó a fraguar con una conversación entre el ciclista de Tunja y Eusebio Unzue en Andorra durante la última Vuelta a España, no son solo sentimentales. También hay frío interés. “Con una mirada más egoísta, he de decir que Nairo es un gran refuerzo. Tiene solo 33 años y está en forma, me consta, porque no ha parado de entrenarse en Andorra, donde reside con toda su familia, donde tiene escolarizados a sus hijos y donde mantiene una gran relación con Enric Mas, el líder del equipo”, añade Eusebio Unzue. “Evidentemente trabajará para nuestro líder, Mas, en las grandes vueltas, pero tendrá oportunidad de demostrar que sigue siendo un ganador en otras carreras”. Y como si estuviera sobre aviso, el Tour, diligentemente ha hecho que su cuarta etapa en la próxima edición tenga un final en Valloire, en los Alpes, después de ascender y descender el gigante Galibier, el escenario, en 2019, de la última gran victoria de Nairo con el equipo de Telefónica.

El ciclista de Boyacá ha pasado 12 meses vetado por el gran ciclismo, víctima de un acuerdo tácito de equipos y organizadores, apremiados privadamente por el presidente de la Unión Ciclista Internacional (UCI), David Lappartient. Los equipos del WorldTour acordaron no contratarlo. Los de segunda división que se acercaron a él mostrándole su interés recibieron una advertencia: si lo ficháis olvidaros de correr Giro, Tour o Vuelta.

Iba a comenzar la Vuelta de 2022 cuando se desencadenó su drama, una peripecia que revela tanto su rebeldía como la miopía de los dirigentes del ciclismo preocupados solo por su propia supervivencia, sustentada en un ingrato y frágil sistema. Se supo entonces que unas semanas había tomado tramadol en un par de etapas del Tour después de haber sufrido una dolorosa caída y que, por lo tanto, sería descalificado de su sexto puesto final. Por entonces, el ciclismo era el único deporte que prohibía el tramadol, un analgésico opioide de uso muy extendido en el pelotón, y no por considerarlo una sustancia dopante, sino para frenar lo que se consideraba un abuso innecesario. Su utilización no conllevaba más sanción que la descalificación de la carrera en la que lo tomara y la pérdida de puntos para su equipo y el premio económico para él. Nairo podría haber corrido tranquilamente la Vuelta pero ni su equipo, el Arkea bretón, con el que había renovado unas semanas antes, ni la organización se lo permitieron por miedo a los titulares negativos que su participación acarrearía. Su relación con el ciclismo y con el Arkea se rompió definitivamente poco después, cuando Quintana proclamó su inocencia y anunció que recurriría contra una norma injusta, y reducida solo al ciclismo, ante el Tribunal Arbitral del Deporte (TAS). Luchó contra un imposible. El TAS dictó contra él. No le ayudó en absoluto que justo en aquellos meses, la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) anunció que más por cuestiones morales que por su potencial efecto de mejora del rendimiento, el tramadol debería aparecer en la lista de las sustancias dopantes válida para todos los deportes. En enero de 2024, coincidiendo irónicamente con el regreso de Nairo, ese anuncio se hará realidad.

Con Nairo, su cuerpo menudo, su extraordinaria relación peso-potencia (más de siete vatios por kilo), su clase y su talento escalador, regresa al Movistar y al WorldTour un corredor que hace 10 años anticipó el futuro reciente hecho de ciclistas precoces, brillantes desde muy jóvenes, como Egan, Pogacar o Evenepoel. A los 23 años, después de ganar la Itzulia, terminó segundo en su debut en el Tour de Francia; ganó el Giro a los 24, la Vuelta a los 26. Fue el mejor escalador de la década, el mejor en el Galibier, en los Pirineos, en los Lagos, en el col de Portet y en las laderas nevadas del Terminillo en los Abruzos por delante de Contador y Nibali, donde ganó dos Tirrenos. Cargó sobre sus hombros con los deseos de toda Colombia, el país en el que es ídolo máximo y al que sumergió encandilado en un sueño amarillo que en 2015 se concretó en un nuevo segundo puesto en el Tour, tras Chris Froome siempre. En la lista de 125 deportistas con mayor valor de marketing de 2023 no figura ningún ciclista. En la de 2018 había tres, el triple campeón del mundo Peter Sagan, la norteamericana Lizzy Deignan y Nairo Quintana, el deportista más popular de Colombia, más aún que sus futbolistas. Este dato da una idea del carisma del corredor.

Estuvo en el Movistar ocho años, entre 2012 y 2019, y su marcha al Arkea en 2020 se produjo tras un divorcio de mutuo acuerdo. Las dos partes, el equipo de Telefónica y el ciclista, entendieron que había llegado el momento de romper de la misma manera que ahora han comprendido que es el momento de volver a vivir juntos.

Quintana, que ha firmado un contrato por un año, según ha confirmado el equipo, completa la renovación intensa del Movistar para 2024. Dejan el ciclismo dos de los corredores más representativos de su vieja guardia, Imanol Erviti y José Joaquín Rojas, y llegan dos ciclistas consolidados de Francia, Remi Cavagna, procedente del Soudal, y de Italia, Davide Formolo (UAE), varios jóvenes españoles con capacidad para crecer (Javier Romo, Pelayo Sánchez, Jon Barrenetxea, Carlos Canal) y un prometedor neoprofesional italiano, Manlio Moro.

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